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Novela que estoy escribiendo (Read 1525 times)
01.12.2012 at 19:28:01

Devlain   Offline
Goblin Piledriver
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Santiago del Estero

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Bueno, no escribo literatura desde que tengo 16 años, pero una persona muy cercana me insistió en que volviera a empezar.
Si es que a alguno le interesa leer, espero que me puedan dar sus devoluciones y decirme si les parece una mierda o sobre que puedo trabajar.
Hasta ahora, esto es lo que tengo.
 

Las cartas son buenas o malas dependiendo de que Jace esté o no en el formato.
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Reply #1 - 01.12.2012 at 19:29:13

Devlain   Offline
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I
Una Noche de Otoño


     El viento golpeaba ligeramente las ventanas esa noche, una brisa fresca, del sur, parecía llevar consigo historias de antaño.  Los árboles habían empezado a mudar sus hojas y el suelo del bosque lentamente se convertía en una alfombra de la naturaleza.  La luna, pálida, inmensa, entera, eterna relucía con aquella luz de plata que había tomado prestada del sol. Era una noche de otoño, hermosa, sublime, elegante, discreta, una hermosa noche para estar en el pueblo.
Sebastián terminaba de enjuagar la última jarra de la taberna. Había sido un día largo, con mucho festejo de por medio y no veía la hora de descansar.
Sumergido en sus ideas, miraba a la luna, suspiraba por el afecto de una joven que se había apoderado de sus pensamientos. Se preguntaba cual era su lugar en el mundo, cual era su lugar en la vida. A veces creía que el pueblo era muy chico para él. Soñaba con declarársele a su doncella y viajar con ella por todo el mundo, descubriendo las bellezas de otras tierras y viviendo la vida más dulce a su lado.
Entonces miró al fondo de la jarra que había enjuagado. Miró a su alrededor, las sillas, las mesas, el frío del otoño, la soledad de una taberna vacía. Pensó en su madre que había enviudado cuando su padre partió a la guerra hace unos años. Tomó con fuerza y rabia la jarra.
¿En qué estaba pensando?  Esto es lo que tenía. No es lo que soñaba, pero tampoco era poco, debía estar agradecido de lo que tenía y debía procurar no alejarse mucho de su pobre madre.
—Disculpe— Una voz a las puertas del local, un viajero inesperado acababa de llegar —Se que es tarde, pero esperaba ver si todavía estaba a tiempo de tomar un trago.
Sebastián lo miró extrañado, el tipo parecía cansado. Llevaba unos atuendos muy extraños. Unas botas de cuero, guantes y pantalón de viajero, un abrigo oscuro y liviano le cubría todo el tronco del cuerpo y una capucha que le tapaba la mitad del rostro. Por la forma en la que hablaba, daba la impresión de que venía de una larga caminata.
<<¿Quién puede llegarse por este pueblo en medio de la noche?>> Se preguntó el joven tabernero.
—La verdad es que ya estaba por cerrar, pero viendo que parece venir de un largo viaje, lo invito a sentarse un rato y pedir algo.— contestó el joven mientras extendía sobre la barra el recipiente que había acabado de lavar.
—Gracias…— respondió el viajero mientras cerraba las puertas tras de sí y se aproximaba a la barra —que sea una jarra de cerveza.
Rápido y sin interrupción, Sebastián sirvió la bebida. Estaba espumosa y parecía bien fría. El viajero tomo con extremo placer, casi como si no hubiese bebido en todo el día.
El tabernero lo miró con atención mientras simulaba estar en sus cosas, limpiar una repisa, acomodar unos platos. Notó que tenía partes de su ropa rasgada, posiblemente se habría dado algunos tropezones en el bosque. Eso aún no terminaba de explicar la tan misteriosa visita al pueblo.
—Y dígame— dijo mientras el misterioso hombre dejaba reposar la jarra sobre el mesón —¿Qué lo trae por aquí a estas horas?
El encapuchado lo pensó, quizá tres segundos, pero la respuesta no fue inmediata.
—No tengo destino…— hizo un gesto al joven para que le llenara su jarra de nuevo, con lo cual, luego de llenado el recipiente dio un segundo sorbo prolongado —No tengo destino, solo viajo.— rápidamente giro los ojos de su bebida y los dirigió hacia el muchacho, decidido a cambiar de tema —Te noté un poco molesto cuando llegué, ni siquiera notaste mi presencia, estaba por irme pensando que ya no atendías ¿Te pasó algo? ¿Alguien te cagó? ¿Un mal día?— hecho el interrogatorio, sumergió su boca nuevamente en la bebida, con indiferencia al asunto.
Sebastián trató de poner en orden las ideas de su cabeza. Quería saber que iba a contar y cómo lo iba a contar. De repente, apareció la respuesta:
—¿Nunca sintió qué no estaba haciendo lo que debía hacer pero que no tenía manera de estar seguro de esto?
El viajero descargó la jarra y miró al muchacho. Había logrado capturar su atención.
—Disculpe. Son tonterías. Tuve un día largo y mi cabeza esta dando vueltas en boludeces— se rectificó casi de inmediato.
—Tranquilo muchacho, yo se como es eso. Bebe un poco, el alcohol refrescará tus ideas, y si no las refresca, por lo menos te relajará un tiempo.
El tabernero asintió y se dispuso a tomar una jarra de cerveza. Tomaron por un rato y el viajero nuevamente irrumpió el silencio.
—Por cierto. Necesito un lugar donde quedarme unos días, pero no quiero que me regalen nada ¿Sabes si alguien en este pueblo podría andar buscando mano de obra?
—Y eso depende— contestó el muchacho —¿Qué es lo que sabes hacer?
—Y eso depende— le respondió el extraño —¿Qué es lo que necesitan que haga? Digamos que hago muchas cosas. Sé tratar heridas, puedo transportar cosas, sé manejar caballos, sé trabajar con metales, con madera, sé cocinar, y por supuesto… —con un elegante silencio para tomar otro trago —lo que no sé, lo aprendo rápido.
Un golpe súbito retumbo a la puerta, interrumpiendo el apacible diálogo En el umbral había tres hombres, jóvenes, de complexión robusta. Llevaban espadas cortas en las manos. Uno de ellos, encabezando al grupo, se aproximó a la barra.
Sebastián no tardo en comprender las intenciones de sus nuevos visitantes y se apresuró a tomar un garrote que tenía escondido detrás del mesón. El extraño viajero se dio la vuelta sobre su taburete, con jarra en mano, y les dirigió la mirada sin despegar sus labios de la bebida.
—Danos las cosas de valor ¡Rápido! ¡Joyas y monedas!— exigió el maleante que iba por delante del grupo, estando a pocos pasos de su interlocutor. Lo suficientemente cerca como para extenderse un poco y darle con su espada.
 

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Reply #2 - 01.12.2012 at 19:30:25

Devlain   Offline
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Santiago del Estero

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Sebastián no sabía que hacer, él solo, contra tres, sin saber pelear. Entonces miles de pensamientos atravesaron rápidamente su cabeza. Se preocupó por su madre, por su propia salud, por el dinero que con tanto esfuerzo habían juntado hoy y que iban a necesitar para pasar el invierno. Estaba estupefacto, no sabía que hacer.
—¡Dale! ¡Rápido!— reclamó nuevamente el malhechor, quien no tardó en advertir la presencia del viajero que ya había dejado su jarra en la barra. —¡Vos también!
El encapuchado no le devolvió respuesta alguna a su asaltante, simplemente se lo quedó mirando. El tabernero, después de dar muchas vueltas en su cabeza, soltó el garrote y se apresuró a abrir la caja con las ganancias del día.
Entonces ocurrió. Hubo un gesto, una mirada en el rostro del asaltante que le confirmó al viajero la oportunidad exacta de reaccionar.
Saltó de su silla, tomó al asaltante por el brazo derecho, con el cual portaba su arma, y le propinó un rodillazo en la entrepierna con el envión de su salto. El impacto despistó al maleante lo suficiente como para que su arma le sea arrojada desde su mano hacia un par de metros a su derecha.
Los otros dos asaltantes se dispusieron a golpear al sujeto con sus espadas, con lo cual éste se apresuró a dar una pirueta hacia atrás en el aire, para colocarse detrás de la barra, una vez a cubierto, desenfundó dos dagas ante la mirada atónita de Sebastián.
Los malhechores dieron casa a su objetivo saltando por encima de la barra mientras un muy asustado tabernero corría a tomar su garrote tirado y a refugiarse del combate.
El extraño viajero desequilibró a uno de sus contrincantes propinándole una patada en la pantorrilla, mismo tiempo que desviaba un espadazo del otro haciendo uso de la daga en su mano izquierda. Acto seguido, rodó rápidamente en el piso haciéndose hacia atrás mientras dejaba la daga de su mano derecha clavada en el estómago del maleante derribado. El dolor no se dejó esperar, y el herido dejó escapar un horrible grito.
Ambos contrincantes se miraron al rostro mientras el encapuchado se incorporaba de su vuelta y asumía una posición de combate. Se sentía la tensión en el aire, se medían, se analizaban, se batían a duelo con las miradas.
Finalmente, el bandido se dio la vuelta y salió corriendo de la taberna con la espada en mano por si las dudas. El otro bandido, que había perdido su espada al comienzo de la pelea, volvió por ella y se fue de la taberna corriendo, dejando a su malherido compañero desangrándose en el suelo del local.
El encapuchado se acercó al rufián que se estaba desangrando y lo noqueó con un golpe en la cabeza. Rápidamente agarró un poco de cerveza e improvisó unas vendas rasgando un poco de su abrigo. Retiró la daga del cuerpo con extrema celeridad, untó las vendas en la cerveza y volcó el resto de ella sobre la herida, luego se encargó de vendar al inconsciente.
Todo el episodio ocurrió en menos de dos minutos.
—¿Hay un médico en el pueblo?— preguntó el viajero —No es como si pudiera dejarlo mucho tiempo así.
Sebastián se acercó, aún atónito por lo sucedido.
—Si, hay un médico por aquí, a dos calles.— soltó su garrote y se apresuró a tomar las llaves del local —Vaya sacándolo de aquí mientras cierro el local. Yo lo acompaño.
No tardaron mucho en desalojar el local, pese a que el encapuchado cargaba con el herido sobre su espalda.
Bien salieron de la taberna, Sebastián inquirió al extraño —¿Cómo es que este tipo intentó asaltarlo y ahora usted quiere que sea atendido por un médico?
—No quiero matarlo. Es solo que necesitaba dejarlo quieto un rato y eso fue lo único que se me ocurrió en el momento. De todas maneras, la herida es solo letal si no se lo atiende rápido.
La respuesta no terminó de convencer al tabernero, pero no había mucho que discutir, se trataba de una emergencia y el viajero lo había salvado de un asalto hasta hace unos minutos, así que no iba a protestar.
La casa del médico era pequeña, humilde, pero acogedora. Estaba hecha principalmente de madera y tenía un pequeño jardín en la parte trasera.
El encapuchado llamo a la puerta con insistencia.
—Va a tener que esperar un poco. Es muy tarde y ya debe estar acostado el señor.— le recordó Sebastián.
El hombre redobló con insistencia el llamado.
—¡Ya voy! ¡Ya voy!— contestó una voz dentro de la casa. Evidentemente se trataba del médico.
La puerta se abrió hacia adentro, rebelando a un hombre delgado y un poco canoso, que con total seguridad había estado durmiendo y recién se estaba levantando.
—Tenemos un herido, muéstreme la cama.— exigió el encapuchado al dueño de la casa.
El médico no tardó mucho en entender la situación y con rapidez los hizo pasar hasta donde tenía la habitación para los enfermos. Se trataban de tres camas, una de las cuales ya estaba ocupada por un joven que se despertó con todo el barullo del recién llegado.
—¿Qué pasa?— preguntó el somnoliento.
—Nada, vos dormí.— le contestó el médico mientras colocaba al nuevo paciente en una de las camas.
Un rápido diagnóstico despertó la atención del ya sorprendido médico.
—¿Y a este que le pasó? ¿Por qué lo acuchillaron ahí?
—Dígame cuanto me va a costar la atención— respondió con brusquedad el viajero.
—Sebastián ¿Quién es este tipo que te acompaña? Yo no voy a atender a nadie en estas circunstancias. No se quien es este tipo, no sé que le pasó, no me explican nada.— protestó el señor.
—Es una larga historia Señor Glenn. Atienda por favor a este hombre y se lo explicaré todo mañana en la mañana.— suplicó el joven tabernero.
Glenn los miró con sospecha y disgusto pero finalmente accedió.
—Déjeme dejarle la paga.— insistió el viajero.
—No, para nada. Ustedes vienen mañana temprano y hablamos al respecto. Ahí les pasaré los gastos. Por ahora váyanse, tengo trabajo que hacer.— concluyó, cortante, el médico.
—Muchas gracias Señor Glenn, estaremos aquí mañana— contestó con amabilidad Sebastián mientras se retiraban de la morada.
 

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Reply #3 - 01.12.2012 at 19:31:01

Devlain   Offline
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Una vez afuera, el extraño viajero le extendió al joven una pequeña bolsa de tela, cuidadosamente atada, parecía llena de monedas.
—Toma muchacho, creo que esto cubre lo que tomé en la taberna y los gastos del médico. Creo que debería irme de aquí por ahora. Ya causé muchos problemas.
Sebastián lo miró extrañado, casi sin poder entender que estaba pasando.
—Espere Señor.— le respondió mientras atajaba la bolsa con una mano en señal de rechazo— usted salvó mi negocio hasta hace un rato, y el médico dijo que iba a necesitar hablar con nosotros por la mañana. Déjeme, en señal de gratitud, ofrecerle un lugar donde pasar esta noche. Al menos, esta noche.
El encapuchado lo pensó un par de segundos, con un poco de desconfianza.
—Dale, esta bien.
El joven recibió la respuesta con gusto e inmediatamente se le ocurrió que algo se le había pasado por alto durante toda la noche:
—A todo esto. Ya debe saber que me llamo Sebastián, pero déjeme presentarme. Como se debe.— extendió la mano en señal de un apretón — Sebastián; un gusto conocerlo ¿Usted es?
El encapuchado dibujó una sonrisa en su rostro mientras respondía al apretón de manos.
—Roy; mucho gusto.
 

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Reply #4 - 01.12.2012 at 22:07:50

Nahû   Offline
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Capital

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Esta muy bueno pero se nota que no esta terminado. A mi tambien me gusta escribir pero generalmente cuando me entregan algo, no me gusta decir mi opinion a menos que este terminado. Creo que el final de un cuento es muy importante a la hora de definir si es una obra de arte o una porqueria.

Asi que te animo a que lo termines y luego lo postees y ahi te dare una mejor devolución
 

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